Jackson bajó de su Porche y cruzó el tramo que lo separaba
de la puerta de la antigua casa de los Hale. Levantó su cabeza, altivamente
antes de tocar, pero nadie le respondió. Suspiró con impaciencia. Acababa de
llegar de Londres y lo primero que quería hacer era ir con el alfa. Ser un
omega apestaba, y se lo habían demostrado en Inglaterra. Había vuelto justo
antes de que comenzaran las clases. Quien sabe que habían hecho esos perdedores
para que se cerrara la escuela, de nuevo.
― ¡Derek! ― gritó Jackson a todo pulmón, como muchos antes
que él frente a esa puerta. No pasó nada en unos minutos, y entonces tomó una
rama de un árbol y la pulverizó hasta hacerla polvo. Entonces algo tocó su
hombro, y saltó, gritó y gruñó al mismo tiempo. Derek, que estaba detrás de él,
soltó una risita.
―Tienes que practicar un poco con tus instintos, Jackson.
―Sugirió Derek a Jackson que se molestó con el comentario.
― Bueno, para eso he venido, ¿dónde están los demás?
― ¿Los demás? ― Preguntó confundido Derek, mirando
alrededor, como si estuviera buscando a alguien. ― ¿Esperas a alguien?
― Tu manada ― Soltó Jackson como si fuera obvio,
molestándose más porque Derek no le comentara nada.
― Ya no es mi manada, Jackson.
― ¿Qué?
― Lo que oyes.
― ¿Quién es el alfa ahora?, ¿Peter? ― Preguntó Jackson
asintiendo con la cabeza, pensando que él tendría un mejor liderazgo que Derek,
aunque no confiaba en él como en Derek.
― McCall ―dijo con una sonrisa Derek, sabiéndose lo que se
avecinaba.
― Creo que tenía algo en la oreja, ¿Qué dijiste? ― Dijo
Jackson metiéndose el dedo en la oreja.
― Scott McCall ― dijo Derek intentando no reírse, ya que
Jackson nunca le había caído bien.
― Espera, ¿Qué no tenía que matarte para ser un alfa? ―
Preguntó Jackson, recordando algunas de las cosas que le había dicho Derek
hacía seis meses.
― Scott no, es un alfa verdadero.
― ¿Qué es eso? ―Preguntó Jackson cruzando los brazos y
cambiando el peso de su cuerpo a su pierna derecha, lo que hizo que las hojas
debajo de sus pies sonaran.
― Bueno, con su propia voluntad, y liderazgo, se hizo un
alfa.
― ¿Y qué hizo luego, vomitar un arcoíris? ―Preguntó
vociferando Jackson
― Es más difícil de lo que crees, atravesó una línea de
ceniza de montaña.
― ¡No me importa! Es un perdedor, ¡Puede volar por mí si
quiere!, ¡Está loco si piensa que me uniré a su manada de mariquitas! ― Y sin
decir otra cosa, se fue a zancadas a su porche, y avanzó a toda velocidad.
Derek, que ya no podía contener
la risa, comenzó a reírse a carcajadas, pensando que había sido muy buena idea
ir a buscar acónito.
Allison descargó la última caja de la camioneta de su padre,
y la llevó a través del largo jardín hasta una de las puertas de la casa, y la
dejó en lo que pensó que sería la sala. Ya que era un cuarto lleno de muebles
cubiertos por sábanas, pero podía imaginar que era la sala por la gran chimenea
que tenía.
Habían tenido que mudarse, ya que el dueño del edificio
donde habían ido a vivir hacía seis meses, les había pedido el piso de
improviso. Lo bueno de todo, o lo malo, pero en realidad no podían verle lo
malo, es que Gerard Argent había muerto. Y con esa muerte, se había liberado la
propiedad que había estado cerrada y en disputa con el gobierno hacía varios
años. Aunque habían decidido confiar el uno en el otro, Allison no creía el
100% de esa historia. Lo único de lo que podía estar segura era que esa casa
pertenecía a su padre y que él había crecido allí.
― Es una lástima que entres pasado mañana ―Dijo su padre
cerrando la puerta, poniendo las llaves de su auto sobre una mesa, o lo que
ella pensaba que sería una mesa.
― Papá, tengo que entrar algún día. ― Dijo ella quitando una
de las sábanas blancas que cubrían uno de los muebles, y resultó ser un sillón
estilo francés del siglo XIX ― Wow ― Exclamó.
― Sí, no te preocupes por todo eso. ― Dijo él. ― Contraté a
alguien para que se encargue de limpiar.
― Gracias a Dios ― Dijo Allison ― Pensé que ibas a
convertirte en un ama de casa a tiempo completo.
Chris Argent rió con sarcasmo, y le dijo que sólo se
preocupara de su habitación, que él pediría pizza. Allison subió y suspiró al
ver las cajas que había dejado la mudanza en su habitación, por tercera vez en
menos de dos años. Lo bueno, y lo malo era que, seguían en la misma ciudad.
Sacó un libro de una de las
cajas y lo puso en el gran librero que estaba empotrado en la pared. Ella había
escogido la habitación y le pidió específicamente a su papá que no fuera la que
tenía su tía Kate, por fortuna, tenían como ocho habitaciones y había una muy
linda que usaban para una tía de ellos. Tomó otro libro para ponerlo, y se cayó
un papel. La levantó, y miró que era una
foto de Scott con ella, donde estaban besándose. Puso el libro sin muchas
ganas, y se acostó en el colchón nuevo que acababan de llevar, y se quedó
viendo la vieja lámpara con miles de
cristalitos oscilando alrededor del foco. Aún no conseguía olvidar a su
exnovio. Esperó conciliar mejor el sueño en su nueva casa, a que desde que
hicieron el sacrificio no había dejado de tener pesadillas, y esa casa era
demasiado vieja y grande para ellos dos. Y se lo había dicho a su padre, pero
no pudieron hacer nada más.
Stiles mordió su taco, y maldijo por lo bajo cuando se cayó
la carne que se llevaba a la boca.
― Oye, tranquilo viejo ― dijo Isaac que lo observaba
mientras comía nachos. ― No conozco a nadie que esté enojado mientras come
comida mexicana.
― Pues ya conoces a uno ― Le dijo Scott mientras bebía agua de Jamaica e intentaba cortar su cecina.
― No dormir no ayuda. Debemos pasar a Starbucks de nuevo
después de esto ― Dijo Stiles hablando más rápidamente de lo normal ― ¿Sabían
que en México las tortillas no son así? Me lo dijo Derek
― ¿Ah, sí? ― Preguntó Isaac dándole un sorbo a sus sodas.
― Son blandas, y redondas. ― Dijo Stiles comiendo la carne
de su plato con la mano. Isaac comenzó a reír y Stiles lo vio de una manera
extraña.
― Blandas y redondas ― repitió Scott y soltó una risotada.
― Oh, vamos chicos. ¿Sólo piensan en eso? Sé que yo sí pero
es el chiste más malo del mundo, y vamos, tienen que tener más cerebro que eso,
¿Será porque son hombres lobo que….? ― Stiles no había terminado la frase
cuando cambio la expresión por una de fastidio, entrecerrando los ojos y
frunciendo la boca, después fingió toser y ocultó la boca para decir: ― El dúo
maravilla.
Isaac y Scott voltearon a verlos sin ningún disimulo, por lo
que Stiles se goleó la frente, y volteó para otro lado. A los pocos minutos,
llegaron Ethan y Aiden, con una orden de tacos cada uno.
― Hola, McCall ― dijo Ethan ― ¿Podemos sentarnos?
― Qué casualidad que estén aquí.
― Sí, ¡qué casualidad! ― Dijo Stiles con sarcasmo ― Como si
no pudieran olerse entre ustedes a kilómetros, sobre todo si están hormonales.
― Scott lo volteó a ver extrañado ― Me lo dijo Derek.
― Si bueno, queremos aprovechar que los vemos, para decirte
que… ― Comenzó Ethan a hablar pero fue interrumpido por Stiles quien se puso el
dedo índice en la boca, y comenzó a mirarlo fijamente. Después, cuando se hubo
callado, le hizo la misma cara a Aiden, y después a Isaac, y por último a
Scott.
Cuando todos estuvieron viéndolo, bajó el dedo, y miró
fijamente a los gemelos.
― Miren chicos, hoy tenemos muchas cosas en mente, y no
necesitamos hablar con ustedes acerca de sus problemas de Alpha manadas o
Packicide: Homicidio de manada, para los que no lo entendieron. ― Todos seguían
mirándolo en silencio. ― Si, creé un nuevo término. Vaya, esa cosa que vi ayer
en Doctor Who para que todos se callen, sí que funciona, ¡y mola! ―
― Stiles está más irritante que de costumbre, Scott ― Dijo
Isaac de pronto, mirando hacia el mostrador.
― ¿Mola? ― preguntó Scott divertido, ignorando a Isaac.
― Si bueno, después de Doctor Who estuve viendo series españolas, eso te deja. En
serio, tenemos que dormir tío.
― ¡Vale, tío! ― Le respondió Scott burlándose.
― Yo me pongo como voluntario, puedo darle un golpe muy
fuerte en la cabeza a cada uno con una porra ― Comentó Isaac sin dejar de mirar
el mostrador. Scott volteó a ver el mostrador también y sonrió, mientras Stiles
seguía sin darse cuenta.
― Ya en serio, investigué en internet y dicen que no uses
aparatos electrónicos dos horas antes de dormir, la luz les dice a tus pupilas
que es de día, y ellas se lo dicen a tu cerebro. Por lo cual, no puedes dormir,
también dice que sólo uses tu cama para dos cosas: dormir, y tener sexo. Oh, y
si tienes sexo puedes dormir. Libera cosas que hacen que te relajes, y cuando
tu cuerpo toca la cama, recuerda eso, y ¡bum!, te vas a dormir. Oh, necesito
tener sexo.
Tanto Aiden, Ethan, Isaac y Scott, como las dos chicas de
cabello negro que habían estado observando los dos últimos se echaron a reír a
carcajadas.
― Amigo, tienes que dejar de decir eso. ― Le dijo Scott
mientras intentaba no ahogarse con el refresco.
― Sólo lo dije una vez, ¡Una! Y, estaban matando a todos los
vírgenes.
― Sólo fueron tres ― Dijo Ethan con la mano.
― ¿Crees que las chicas hayan oído a Stiles? Están muy
guapas.
― No, están muy lejos ― Dijo Scott.
― ¿Por qué tenía que sentarme a
espaldas del mostrador?― Se Quejó Stiles, y le dio otra mordida a su taco,
resignado.
Dos jóvenes pelinegras salieron del restaurante de comida
mexicana, con sus órdenes para llevar.
― Es problemático que los restaurantes no tengan algo para
llevar la comida en el auto. ― dijo la más joven, Agatha Sherman de dieciséis
años.
― Pero es divertido, Agatha ― respondió la otra, y Agatha se
retorció ya que no le gustaba que la llamaran por su nombre ― y además, no
quisiste ir a McDonald’s, ahí tienen Auto-Mac.
― Tía Sophie, McDonald’s apesta y ya te dije que me digas
Sherman. ― Sophie sonrió y dio vuelta al volante para hacer girar el auto, y
después se detuvo frente a una plaza. ― ¿Qué no vamos a la casa? ― Preguntó
confundida Agatha.
― No, primero haremos un par de paradas, y no te puedo decir
Sherman fácilmente, así le decía a tu
padre para molestar a tu madre cuando salían. ― Los ojos de Agatha se
entristecieron, y Sophie tuvo ganas de golpearse la cara con el volante.― Bien
― Continuó alargando un poco las palabras en lo que se le ocurrió que decir. ―
Nueva escuela pasado mañana, nueva casa hoy, necesitamos compras e ir al salón
de belleza.
― Eres la tía/tutora de veintiséis años más genial del mundo
― dijo Agatha mientras abría la puerta y bajaba del auto.
― ¿Te importaría no ir gritando mi edad a donde quiera que
vas?
― Lo intentaré.
Después de comprar varias cosas en las tiendas de ropa, se
fueron a la estética.
― ¿Qué crees que debería de hacer? ― preguntó Agatha a
Sophie algo insegura
― ¡Lo que quieras! Píntatelo de verde, si quieres. ― Sonrió
Sophie. No hay nada más fácil que volverlo a teñir.
― Me tientas pero….tengo una idea. ― Dijo Agatha, que se
sentó en la silla de la sala de espera,
comenzó a hacerse una trenza muy delgada en la parte de atrás de su
cabeza con un mechón delgado que sacó de su cola de caballo, justo en el límite
de su nuca. Cuando el encargado la sentó en la silla, giró sobre sí misma una
vez mientras iba por la bata y cuando se la hubo puesto sonrió y dijo: ― Quiero
un largo de cuatro dedos en todo menos la trenza, cielo. ― Como el estilista no
respondió, aclaró: ― Bueno, arriba de la oreja. Ya sabes, como cuando Rapunzel
se corta el cabello en tangled.
Después de una larga discusión con el estilista, vino otro
que sí quiso hacer el pedido de Agatha.
― Yo sí creo que el corte pixie le quedaría muy bien,
señorita. ― Dijo el otro estilista, mientras le lavaba el largo cabello.
― No es pixie, Ethan es de padawan, ¿No ha visto Star Wars?
― ¿Cómo sabe mi nombre? ― Preguntó el hombre
― Lo leí de su uniforme cuando vino a decirme que si me lo
cortaría, y en serio, ¿No ha visto Star Wars?
― Vi la uno ― repuso Ethan mientras iban hacia la silla de
corte de nuevo.
― ¿Episodio cuatro? ― Preguntó Agatha
― No, yo vi la primera que salió.
― Ese es el episodio cuatro, miré le contaré… ― Y entonces,
el estilista hizo su trabajo mientras Agatha le contaba que las nuevas
películas era alguna clase de How I met your mother, contado de Darth Vader a
Luke y a Lea.
― Vaya eso suena bien. ― dijo Ethan mientras se ponía en las
manos algo viscoso.
― Lo sé, son guay.
― Veré las películas. ― Añadió mientras levantaba las puntas
del cabello de Anna hacia todos lados.
― ¡Wow! ¿Qué es eso?, ¿Cera?
― Sí lo es. ― Dijo Ethan satisfecho del trabajo que había hecho
con Anna. ― Me caes bien, chica. Te regalaré este bote. Pero promete que
vendrás y serás nuestra clienta.
― ¡Que guay! Promesa, tío.
― ¿Viendo series españolas de nuevo? ― Preguntó Sophie, que
llegó del otro lado de la estética, con reflejos rojos y naranjas en su cabello
negro. ― Radical ― Dijo mirando el cabello de su sobrina y levantando el
pulgar.
Después de pagar se fueron, y luego de unos cinco minutos en
el coche entraron a una zona ma´s apartada de la ciudad en Beacon Hills. Agatha
soltó un silbido.
― Parece un lugar de ricos aquí ― dijo mirando impresionada
las grandes propiedades y las ostentosas casas blancas.
―Porque lo es. ― le dijo su tía ―Los fundadores de Beacon
Hills decidieron poner su casa aquí, lejos de lo que sería el centro, con mucho
espacio, y claro, mucho snob. La mayoría eran familias ricas.
― Vaya, soy rica y no lo sabía.
― Tu madre y yo crecimos aquí. Nuestra familia fue la
primera en llegar.
Llegaron a una casa que tenía una glorieta, la rodearon y
entraron a la casa.
― ¿Es en serio?, ¿Una glorieta?, ¡Mola!, ¿Por qué se fueron
de aquí?
Sophie levantó los hombros.
― No tienes de qué preocuparte, hay muebles en la casa. ― Le
dijo a Agatha mientras subían los amplios escalones que daban a la puerta, con
las bolsas de ropa y la comida, y un par de maletas. Miró la casa de al lado,
suspiró y entraron en la enorme casa.
Comieron comida mexicana en la que era la cocina, y entonces
fueron escaleras arriba a las habitaciones. Sophie se detuvo en una con la
puerta blanca.
― Creo que te gustaría estar en ésta. ― Agatha no respondió
nada y simplemente giró el picaporte morado, para su deleite. La puerta se
mantuvo abierta y Agatha miró el cuarto con asombro y fascinación. ― Era de tu
madre ― Explicó Sophie.
― ¡Es una oda a los noventa! ― gritó Agatha emocionada.
Había posters de Titanic y Mujer Bonita en las paredes, así
como de N*sync, y los Backstreet boys. Un armario blanco, que extrañamente
estaba abierto, con docenas de vestidos largos blancos, o con flores, u
overoles de mezclilla, pantalones acampanados, ropa de terciopelo, zapatos de
plataforma y cualquier moda que hubo en los noventa que Agatha se pudo
imaginar. Un espejo de cuerpo entero ovalado con herrería negra con una gaza
rosa transparente puesta arriba caprichosamente, al igual que la cama, con un
gabán frente la cama. También había un escritorio con telas moradas intensas,
verdes botellas, un par de telas rojas colgaban de la cama; que tenía varios
cojines, incluido uno con un sol. Un buró con una lámpara de lava, un teléfono
de rueda transparente, donde se podían
ver miles de cositas adentro.
― ¡Es muy parecido al cuarto de Sabrina! ― Exclamó Agatha
contenta.
―Tu madre estaba loca por ella.
― Se fugó, ¿cierto? ― Preguntó la chica entrando y
observando todo.
― Contigo en la barriga, y tu padre. Decía que estaba harta
de Beacon Hills.
― Vaya… ― Susurró Agatha y miró todo.
― Te dejaré sola para que descanses, mañana llega la mudanza
con nuestras cosas…―
Agatha asintió, y Sophie salió,
dirigiéndose a su antigua habitación, frente a la de Agatha, no podía pensar en
otro lugar para estar, al menos no esa noche.
― ¡Pensé que ya estábamos de acuerdo, Rebeca! ― Exclamó
desesperado el hombre rubio mientras intentaba volver a poner en la caja las
cosas que una adolescente rubia de cabello liso, sacaba con ahínco y rapidez.
― ¡No!, ¡Cuando dijiste que iríamos a ese feucho pueblo de
Beacon Hills yo pensé que sería como siempre!, ¡No me iré de mi casa! ― Los
ojos grises de la chica comenzaron a llenarse con lágrimas. Mientras sacaba más
cosas de las cajas de la cocina, como cucharones y un rallador.
― Rebeca, siéntate un momento, tenemos que hablar.
― Esto es injusto ― dijo ella sentándose en un banco, y
mirando al suelo. ― Me das un boleto para que salga con mi amiga la vecina, y
dinero para que vaya de compras por ropa nueva, regreso, ¡Y CONTRATASTE UN
EQUIPO PARA EMPACAR TODO!
― Rebeca… ―
― ¡Y me dices, oh, ¿recuerdas que te dije que iríamos a
vivir a Beacon Hills?! ¡Iremos mañana!
― Rebeca, será una investigación larga, y… ―
― ¡No me importa! Te he acompañado a todo el mundo, a hacer
investigaciones. He conocido todos los continentes, y se hablar seis idiomas.
Estudio por internet, y sé más cosas que la mayoría de adolescentes de
cualquier tonta ciudad.
― Tu madre siempre quiso que tuvieras una vida normal, Beca,
con amigos, una casa a la que llegar…no una tienda en el Sahara, o una choza de
lámina en el Amazonas.
― Pero siempre volvemos aquí. ― Insistió tercamente la
adolescente. ― Ésta es nuestra base, papá. Soy una neoyorkina, tengo amigos.
― ¿Ah, sí?, ¿Quién? ― preguntó el hombre de cabello rubio.
― Renata, papá. ― dijo Rebeca enfurruñada. ― Acabo de salir
de compras con ella.
― Renata está en un internado, se va mañana. Puedes venir a
verla en las vacaciones si quieres.
― Y quiero que vayas a la escuela, y…
― ¡Pero yo estudio!
― Quiero que seas una adolescente normal.
Al ver Louise que no podía ganar la discusión y que se iría
de Nueva York, hizo lo que cualquier adolescente haría: Una rabieta.
― Bueno, me voy fuera, Remus. ― Dijo la chica tomando el
paraguas que había traído con ella, su gabardina.
― ¿Pero qué estás haciendo, y porqué me llamas por mi
nombre?
― ¿Querías que fuera una adolescente normal, no?, ¡Esto
hacen! ― Gritó, y azotó la puerta.
Remus Lee se revolvió
el pelo aún en la silla.
― Espero que regrese pronto, Anna ― Le dijo a la foto de su
esposa ya fallecida, que estaba en la pared. Era la única cosa que estaba fuera
de las cajas. Tenía un cabello negro largo y liso, y los mismos ojos grises que
había heredado Rebeca.
Rebeca caminó hasta una galería de arte que solía visitar.
No se iría mucho tiempo, pero necesitaba despejarse. Había una exposición de
fotografía. Se paseó por los paneles hasta que llegó a una fotografía en blanco
y negro, del amanecer en Nueva York, seguramente siendo tomada desde un barco.
Lo intuía porque así lo había visto algunas veces, cuando regresaba de algunos
los viajes que hacía su padre por ser periodista.
No Supo cuánto tiempo pasó allí, pero de pronto, sintió un
flash a su lado, que la hizo voltear un chico guapo de cabello castaño lacio, y
ojos castaños la miraba con una sonrisa de disculpa.
― Perdona, no quise molestarte, es que tu expresión era
perfecta.
― Gracias ― dijo ella sin saber qué decir. ― ¿Viniste a
reportar la exposición?
― No, yo, yo soy el fotógrafo.
― Oh, ¡Lo siento! ― Dijo ella, y de pronto se ruborizo. ―
¿Tomas fotos de la gente que va a las exposiciones? Suena interesante…
― En realidad, no. Sólo capto cualquier cosa que atrapa mi vista
― dijo el, y sonrió y la chica se preguntó si se había sonrojado más que antes.
― ¿Eres de por aquí? ― Preguntó el chico.
― Sí, aunque me temo que disfruto de mi última noche como
neoyorkina ― soltó ella sin poder evitar decir lo que pasaba por su mente. ― Mi
padre quiere que nos mudemos por su tonto trabajo a aburridolandia, lo odio.
El chico comenzó a reír.
― Si bueno, yo sé de padres. Además supongo que es nuestro
trabajo, ¿no? Odiarlos un poco para hacer la vida interesante. ―La chica
comenzó a reír también. ― ¿Y a dónde te llevará el viento?
―Un pueblo extraño que rima con tocino. Ummm…Beacon Hills.
― ¿Beacon Hills?, Vaya, yo… ― iba a decir el chico, pero fue
interrumpido por una chica con lentes, que le tocó la espalda y fue a otra
sala. ― Disculpa, es mi asistente. ― Dijo el chico. ― Ahora vuelvo.
Rebeca asintió, y se quedó allí parada. Pero pronto, la
conciencia comenzó a molestarle y probablemente su padre estaría preocupado.
― David Copper. ― Leyó en voz alta el nombre del fotógrafo y
salió hacia la lluvia de Nueva York, por última vez, a casa.