jueves, 18 de septiembre de 2014

Capítulo 1. Comienzos y principios



Jackson bajó de su Porche y cruzó el tramo que lo separaba de la puerta de la antigua casa de los Hale. Levantó su cabeza, altivamente antes de tocar, pero nadie le respondió. Suspiró con impaciencia. Acababa de llegar de Londres y lo primero que quería hacer era ir con el alfa. Ser un omega apestaba, y se lo habían demostrado en Inglaterra. Había vuelto justo antes de que comenzaran las clases. Quien sabe que habían hecho esos perdedores para que se cerrara la escuela, de nuevo.
― ¡Derek! ― gritó Jackson a todo pulmón, como muchos antes que él frente a esa puerta. No pasó nada en unos minutos, y entonces tomó una rama de un árbol y la pulverizó hasta hacerla polvo. Entonces algo tocó su hombro, y saltó, gritó y gruñó al mismo tiempo. Derek, que estaba detrás de él, soltó una risita.
―Tienes que practicar un poco con tus instintos, Jackson. ―Sugirió Derek a Jackson que se molestó con el comentario.
― Bueno, para eso he venido, ¿dónde están los demás?
― ¿Los demás? ― Preguntó confundido Derek, mirando alrededor, como si estuviera buscando a alguien. ― ¿Esperas a alguien?
― Tu manada ― Soltó Jackson como si fuera obvio, molestándose más porque Derek no le comentara nada.
― Ya no es mi manada, Jackson.
― ¿Qué?
― Lo que oyes.
― ¿Quién es el alfa ahora?, ¿Peter? ― Preguntó Jackson asintiendo con la cabeza, pensando que él tendría un mejor liderazgo que Derek, aunque no confiaba en él como en Derek.
― McCall ―dijo con una sonrisa Derek, sabiéndose lo que se avecinaba.
― Creo que tenía algo en la oreja, ¿Qué dijiste? ― Dijo Jackson metiéndose el dedo en la oreja.
― Scott McCall ― dijo Derek intentando no reírse, ya que Jackson nunca le había caído bien.
― Espera, ¿Qué no tenía que matarte para ser un alfa? ― Preguntó Jackson, recordando algunas de las cosas que le había dicho Derek hacía seis meses.
― Scott no, es un alfa verdadero.
― ¿Qué es eso? ―Preguntó Jackson cruzando los brazos y cambiando el peso de su cuerpo a su pierna derecha, lo que hizo que las hojas debajo de sus pies sonaran.
― Bueno, con su propia voluntad, y liderazgo, se hizo un alfa.
― ¿Y qué hizo luego, vomitar un arcoíris? ―Preguntó vociferando Jackson
― Es más difícil de lo que crees, atravesó una línea de ceniza de montaña.
― ¡No me importa! Es un perdedor, ¡Puede volar por mí si quiere!, ¡Está loco si piensa que me uniré a su manada de mariquitas! ― Y sin decir otra cosa, se fue a zancadas a su porche, y avanzó a toda velocidad.
Derek, que ya no podía contener la risa, comenzó a reírse a carcajadas, pensando que había sido muy buena idea ir a buscar acónito.


Allison descargó la última caja de la camioneta de su padre, y la llevó a través del largo jardín hasta una de las puertas de la casa, y la dejó en lo que pensó que sería la sala. Ya que era un cuarto lleno de muebles cubiertos por sábanas, pero podía imaginar que era la sala por la gran chimenea que tenía.
Habían tenido que mudarse, ya que el dueño del edificio donde habían ido a vivir hacía seis meses, les había pedido el piso de improviso. Lo bueno de todo, o lo malo, pero en realidad no podían verle lo malo, es que Gerard Argent había muerto. Y con esa muerte, se había liberado la propiedad que había estado cerrada y en disputa con el gobierno hacía varios años. Aunque habían decidido confiar el uno en el otro, Allison no creía el 100% de esa historia. Lo único de lo que podía estar segura era que esa casa pertenecía a su padre y que él había crecido allí.
― Es una lástima que entres pasado mañana ―Dijo su padre cerrando la puerta, poniendo las llaves de su auto sobre una mesa, o lo que ella pensaba que sería una mesa.
― Papá, tengo que entrar algún día. ― Dijo ella quitando una de las sábanas blancas que cubrían uno de los muebles, y resultó ser un sillón estilo francés del siglo XIX ― Wow ― Exclamó.
― Sí, no te preocupes por todo eso. ― Dijo él. ― Contraté a alguien para que se encargue de limpiar.
― Gracias a Dios ― Dijo Allison ― Pensé que ibas a convertirte en un ama de casa a tiempo completo.
Chris Argent rió con sarcasmo, y le dijo que sólo se preocupara de su habitación, que él pediría pizza. Allison subió y suspiró al ver las cajas que había dejado la mudanza en su habitación, por tercera vez en menos de dos años. Lo bueno, y lo malo era que, seguían en la misma ciudad.
Sacó un libro de una de las cajas y lo puso en el gran librero que estaba empotrado en la pared. Ella había escogido la habitación y le pidió específicamente a su papá que no fuera la que tenía su tía Kate, por fortuna, tenían como ocho habitaciones y había una muy linda que usaban para una tía de ellos. Tomó otro libro para ponerlo, y se cayó un papel. La levantó, y miró  que era una foto de Scott con ella, donde estaban besándose. Puso el libro sin muchas ganas, y se acostó en el colchón nuevo que acababan de llevar, y se quedó viendo la  vieja lámpara con miles de cristalitos oscilando alrededor del foco. Aún no conseguía olvidar a su exnovio. Esperó conciliar mejor el sueño en su nueva casa, a que desde que hicieron el sacrificio no había dejado de tener pesadillas, y esa casa era demasiado vieja y grande para ellos dos. Y se lo había dicho a su padre, pero no pudieron hacer nada más.                       
Stiles mordió su taco, y maldijo por lo bajo cuando se cayó la carne que se llevaba a la boca.
― Oye, tranquilo viejo ― dijo Isaac que lo observaba mientras comía nachos. ― No conozco a nadie que esté enojado mientras come comida mexicana.
― Pues ya conoces a uno ― Le dijo Scott mientras bebía  agua de Jamaica e intentaba cortar su cecina.
― No dormir no ayuda. Debemos pasar a Starbucks de nuevo después de esto ― Dijo Stiles hablando más rápidamente de lo normal ― ¿Sabían que en México las tortillas no son así? Me lo dijo  Derek
― ¿Ah, sí? ― Preguntó Isaac dándole un sorbo a sus sodas.
― Son blandas, y redondas. ― Dijo Stiles comiendo la carne de su plato con la mano. Isaac comenzó a reír y Stiles lo vio de una manera extraña.
― Blandas y redondas ― repitió Scott y soltó una risotada.
― Oh, vamos chicos. ¿Sólo piensan en eso? Sé que yo sí pero es el chiste más malo del mundo, y vamos, tienen que tener más cerebro que eso, ¿Será porque son hombres lobo que….? ― Stiles no había terminado la frase cuando cambio la expresión por una de fastidio, entrecerrando los ojos y frunciendo la boca, después fingió toser y ocultó la boca para decir: ― El dúo maravilla.
Isaac y Scott voltearon a verlos sin ningún disimulo, por lo que Stiles se goleó la frente, y volteó para otro lado. A los pocos minutos, llegaron Ethan y Aiden, con una orden de tacos cada uno.
― Hola, McCall ― dijo Ethan ― ¿Podemos sentarnos?
― Qué casualidad que estén aquí.
― Sí, ¡qué casualidad! ― Dijo Stiles con sarcasmo ― Como si no pudieran olerse entre ustedes a kilómetros, sobre todo si están hormonales. ― Scott lo volteó a ver extrañado ― Me lo dijo Derek.
― Si bueno, queremos aprovechar que los vemos, para decirte que… ― Comenzó Ethan a hablar pero fue interrumpido por Stiles quien se puso el dedo índice en la boca, y comenzó a mirarlo fijamente. Después, cuando se hubo callado, le hizo la misma cara a Aiden, y después a Isaac, y por último a Scott.
Cuando todos estuvieron viéndolo, bajó el dedo, y miró fijamente a los gemelos.
― Miren chicos, hoy tenemos muchas cosas en mente, y no necesitamos hablar con ustedes acerca de sus problemas de Alpha manadas o Packicide: Homicidio de manada, para los que no lo entendieron. ― Todos seguían mirándolo en silencio. ― Si, creé un nuevo término. Vaya, esa cosa que vi ayer en Doctor Who para que todos se callen, sí que funciona, ¡y mola! ―
― Stiles está más irritante que de costumbre, Scott ― Dijo Isaac de pronto, mirando hacia el mostrador.
― ¿Mola? ― preguntó Scott divertido, ignorando a Isaac.
― Si bueno, después de Doctor Who estuve  viendo series españolas, eso te deja. En serio, tenemos que dormir tío.
― ¡Vale, tío! ― Le respondió Scott burlándose.
― Yo me pongo como voluntario, puedo darle un golpe muy fuerte en la cabeza a cada uno con una porra ― Comentó Isaac sin dejar de mirar el mostrador. Scott volteó a ver el mostrador también y sonrió, mientras Stiles seguía sin darse cuenta.
― Ya en serio, investigué en internet y dicen que no uses aparatos electrónicos dos horas antes de dormir, la luz les dice a tus pupilas que es de día, y ellas se lo dicen a tu cerebro. Por lo cual, no puedes dormir, también dice que sólo uses tu cama para dos cosas: dormir, y tener sexo. Oh, y si tienes sexo puedes dormir. Libera cosas que hacen que te relajes, y cuando tu cuerpo toca la cama, recuerda eso, y ¡bum!, te vas a dormir. Oh, necesito tener sexo.
Tanto Aiden, Ethan, Isaac y Scott, como las dos chicas de cabello negro que habían estado observando los dos últimos se echaron a reír a carcajadas.
― Amigo, tienes que dejar de decir eso. ― Le dijo Scott mientras intentaba no ahogarse con el refresco.
― Sólo lo dije una vez, ¡Una! Y, estaban matando a todos los vírgenes.
― Sólo fueron tres ― Dijo Ethan con la mano.
― ¿Crees que las chicas hayan oído a Stiles? Están muy guapas.
― No, están muy lejos ― Dijo Scott.
― ¿Por qué tenía que sentarme a espaldas del mostrador?― Se Quejó Stiles, y le dio otra mordida a su taco, resignado.


Dos jóvenes pelinegras salieron del restaurante de comida mexicana, con sus órdenes para llevar.
― Es problemático que los restaurantes no tengan algo para llevar la comida en el auto. ― dijo la más joven, Agatha Sherman de dieciséis años.
― Pero es divertido, Agatha ― respondió la otra, y Agatha se retorció ya que no le gustaba que la llamaran por su nombre ― y además, no quisiste ir a McDonald’s, ahí tienen Auto-Mac.
― Tía Sophie, McDonald’s apesta y ya te dije que me digas Sherman. ― Sophie sonrió y dio vuelta al volante para hacer girar el auto, y después se detuvo frente a una plaza. ― ¿Qué no vamos a la casa? ― Preguntó confundida Agatha.
― No, primero haremos un par de paradas, y no te puedo decir Sherman fácilmente,  así le decía a tu padre para molestar a tu madre cuando salían. ― Los ojos de Agatha se entristecieron, y Sophie tuvo ganas de golpearse la cara con el volante.― Bien ― Continuó alargando un poco las palabras en lo que se le ocurrió que decir. ― Nueva escuela pasado mañana, nueva casa hoy, necesitamos compras e ir al salón de belleza.
― Eres la tía/tutora de veintiséis años más genial del mundo ― dijo Agatha mientras abría la puerta y bajaba del auto.
― ¿Te importaría no ir gritando mi edad a donde quiera que vas?
― Lo intentaré.
Después de comprar varias cosas en las tiendas de ropa, se fueron a la estética.
― ¿Qué crees que debería de hacer? ― preguntó Agatha a Sophie algo insegura
― ¡Lo que quieras! Píntatelo de verde, si quieres. ― Sonrió Sophie. No hay nada más fácil que volverlo a teñir.
― Me tientas pero….tengo una idea. ― Dijo Agatha, que se sentó en la silla de la sala de espera,  comenzó a hacerse una trenza muy delgada en la parte de atrás de su cabeza con un mechón delgado que sacó de su cola de caballo, justo en el límite de su nuca. Cuando el encargado la sentó en la silla, giró sobre sí misma una vez mientras iba por la bata y cuando se la hubo puesto sonrió y dijo: ― Quiero un largo de cuatro dedos en todo menos la trenza, cielo. ― Como el estilista no respondió, aclaró: ― Bueno, arriba de la oreja. Ya sabes, como cuando Rapunzel se corta el cabello en tangled.
Después de una larga discusión con el estilista, vino otro que sí quiso hacer el pedido de Agatha.
― Yo sí creo que el corte pixie le quedaría muy bien, señorita. ― Dijo el otro estilista, mientras le lavaba el largo cabello.
― No es pixie, Ethan es de padawan, ¿No ha visto Star Wars?
― ¿Cómo sabe mi nombre? ― Preguntó el hombre
― Lo leí de su uniforme cuando vino a decirme que si me lo cortaría, y en serio, ¿No ha visto Star Wars?
― Vi la uno ― repuso Ethan mientras iban hacia la silla de corte de nuevo.
― ¿Episodio cuatro? ― Preguntó Agatha
― No, yo vi la primera que salió.
― Ese es el episodio cuatro, miré le contaré… ― Y entonces, el estilista hizo su trabajo mientras Agatha le contaba que las nuevas películas era alguna clase de How I met your mother, contado de Darth Vader a Luke y a Lea.
― Vaya eso suena bien. ― dijo Ethan mientras se ponía en las manos algo viscoso.
― Lo sé, son guay.
― Veré las películas. ― Añadió mientras levantaba las puntas del cabello de Anna hacia todos lados.
― ¡Wow! ¿Qué es eso?, ¿Cera?
― Sí lo es. ― Dijo Ethan satisfecho del trabajo que había hecho con Anna. ― Me caes bien, chica. Te regalaré este bote. Pero promete que vendrás y serás nuestra clienta.
― ¡Que guay! Promesa, tío.
― ¿Viendo series españolas de nuevo? ― Preguntó Sophie, que llegó del otro lado de la estética, con reflejos rojos y naranjas en su cabello negro. ― Radical ― Dijo mirando el cabello de su sobrina y levantando el pulgar.
Después de pagar se fueron, y luego de unos cinco minutos en el coche entraron a una zona ma´s apartada de la ciudad en Beacon Hills. Agatha soltó un silbido.
― Parece un lugar de ricos aquí ― dijo mirando impresionada las grandes propiedades y las ostentosas casas blancas.
―Porque lo es. ― le dijo su tía ―Los fundadores de Beacon Hills decidieron poner su casa aquí, lejos de lo que sería el centro, con mucho espacio, y claro, mucho snob. La mayoría eran familias ricas.
― Vaya, soy rica y no lo sabía.
― Tu madre y yo crecimos aquí. Nuestra familia fue la primera en llegar.
Llegaron a una casa que tenía una glorieta, la rodearon y entraron a la casa.
― ¿Es en serio?, ¿Una glorieta?, ¡Mola!, ¿Por qué se fueron de aquí?
Sophie levantó los hombros.
― No tienes de qué preocuparte, hay muebles en la casa. ― Le dijo a Agatha mientras subían los amplios escalones que daban a la puerta, con las bolsas de ropa y la comida, y un par de maletas. Miró la casa de al lado, suspiró y entraron en la enorme casa.
Comieron comida mexicana en la que era la cocina, y entonces fueron escaleras arriba a las habitaciones. Sophie se detuvo en una con la puerta blanca.
― Creo que te gustaría estar en ésta. ― Agatha no respondió nada y simplemente giró el picaporte morado, para su deleite. La puerta se mantuvo abierta y Agatha miró el cuarto con asombro y fascinación. ― Era de tu madre ― Explicó Sophie.
― ¡Es una oda a los noventa! ― gritó Agatha emocionada.
Había posters de Titanic y Mujer Bonita en las paredes, así como de N*sync, y los Backstreet boys. Un armario blanco, que extrañamente estaba abierto, con docenas de vestidos largos blancos, o con flores, u overoles de mezclilla, pantalones acampanados, ropa de terciopelo, zapatos de plataforma y cualquier moda que hubo en los noventa que Agatha se pudo imaginar. Un espejo de cuerpo entero ovalado con herrería negra con una gaza rosa transparente puesta arriba caprichosamente, al igual que la cama, con un gabán frente la cama. También había un escritorio con telas moradas intensas, verdes botellas, un par de telas rojas colgaban de la cama; que tenía varios cojines, incluido uno con un sol. Un buró con una lámpara de lava, un teléfono de rueda transparente, donde se podían  ver miles de cositas adentro.
― ¡Es muy parecido al cuarto de Sabrina! ― Exclamó Agatha contenta.
―Tu madre estaba loca por ella.
― Se fugó, ¿cierto? ― Preguntó la chica entrando y observando todo.
― Contigo en la barriga, y tu padre. Decía que estaba harta de Beacon Hills.
― Vaya… ― Susurró Agatha y miró todo.
― Te dejaré sola para que descanses, mañana llega la mudanza con nuestras cosas…―
Agatha asintió, y Sophie salió, dirigiéndose a su antigua habitación, frente a la de Agatha, no podía pensar en otro lugar para estar, al menos no esa noche.


― ¡Pensé que ya estábamos de acuerdo, Rebeca! ― Exclamó desesperado el hombre rubio mientras intentaba volver a poner en la caja las cosas que una adolescente rubia de cabello liso, sacaba con ahínco y rapidez.
― ¡No!, ¡Cuando dijiste que iríamos a ese feucho pueblo de Beacon Hills yo pensé que sería como siempre!, ¡No me iré de mi casa! ― Los ojos grises de la chica comenzaron a llenarse con lágrimas. Mientras sacaba más cosas de las cajas de la cocina, como cucharones y un rallador.
― Rebeca, siéntate un momento, tenemos que hablar.
― Esto es injusto ― dijo ella sentándose en un banco, y mirando al suelo. ― Me das un boleto para que salga con mi amiga la vecina, y dinero para que vaya de compras por ropa nueva, regreso, ¡Y CONTRATASTE UN EQUIPO PARA EMPACAR TODO!
― Rebeca… ―
― ¡Y me dices, oh, ¿recuerdas que te dije que iríamos a vivir a Beacon Hills?! ¡Iremos mañana!
― Rebeca, será una investigación larga, y… ―
― ¡No me importa! Te he acompañado a todo el mundo, a hacer investigaciones. He conocido todos los continentes, y se hablar seis idiomas. Estudio por internet, y sé más cosas que la mayoría de adolescentes de cualquier tonta ciudad.
― Tu madre siempre quiso que tuvieras una vida normal, Beca, con amigos, una casa a la que llegar…no una tienda en el Sahara, o una choza de lámina en el Amazonas.
― Pero siempre volvemos aquí. ― Insistió tercamente la adolescente. ― Ésta es nuestra base, papá. Soy una neoyorkina, tengo amigos.
― ¿Ah, sí?, ¿Quién? ― preguntó el hombre de cabello rubio.
― Renata, papá. ― dijo Rebeca enfurruñada. ― Acabo de salir de compras con ella.
― Renata está en un internado, se va mañana. Puedes venir a verla en las vacaciones si quieres.
― Y quiero que vayas a la escuela, y…
― ¡Pero yo estudio!
― Quiero que seas una adolescente normal.
Al ver Louise que no podía ganar la discusión y que se iría de Nueva York, hizo lo que cualquier adolescente haría: Una rabieta.
― Bueno, me voy fuera, Remus. ― Dijo la chica tomando el paraguas que había traído con ella, su gabardina.
― ¿Pero qué estás haciendo, y porqué me llamas por mi nombre?
― ¿Querías que fuera una adolescente normal, no?, ¡Esto hacen! ― Gritó, y azotó la puerta.
 Remus Lee se revolvió el pelo aún en la silla.
― Espero que regrese pronto, Anna ― Le dijo a la foto de su esposa ya fallecida, que estaba en la pared. Era la única cosa que estaba fuera de las cajas. Tenía un cabello negro largo y liso, y los mismos ojos grises que había heredado Rebeca.
Rebeca caminó hasta una galería de arte que solía visitar. No se iría mucho tiempo, pero necesitaba despejarse. Había una exposición de fotografía. Se paseó por los paneles hasta que llegó a una fotografía en blanco y negro, del amanecer en Nueva York, seguramente siendo tomada desde un barco. Lo intuía porque así lo había visto algunas veces, cuando regresaba de algunos los viajes que hacía su padre por ser periodista.
No Supo cuánto tiempo pasó allí, pero de pronto, sintió un flash a su lado, que la hizo voltear un chico guapo de cabello castaño lacio, y ojos castaños la miraba con una sonrisa de disculpa.
― Perdona, no quise molestarte, es que tu expresión era perfecta.
― Gracias ― dijo ella sin saber qué decir. ― ¿Viniste a reportar la exposición?
― No, yo, yo soy el fotógrafo.
― Oh, ¡Lo siento! ― Dijo ella, y de pronto se ruborizo. ― ¿Tomas fotos de la gente que va a las exposiciones? Suena interesante…
― En realidad, no. Sólo capto cualquier cosa que atrapa mi vista ― dijo el, y sonrió y la chica se preguntó si se había sonrojado más que antes. ― ¿Eres de por aquí? ― Preguntó el chico.
― Sí, aunque me temo que disfruto de mi última noche como neoyorkina ― soltó ella sin poder evitar decir lo que pasaba por su mente. ― Mi padre quiere que nos mudemos por su tonto trabajo a aburridolandia, lo odio.
El chico comenzó a reír.
― Si bueno, yo sé de padres. Además supongo que es nuestro trabajo, ¿no? Odiarlos un poco para hacer la vida interesante. ―La chica comenzó a reír también. ― ¿Y a dónde te llevará el viento?
―Un pueblo extraño que rima con tocino. Ummm…Beacon Hills.
― ¿Beacon Hills?, Vaya, yo… ― iba a decir el chico, pero fue interrumpido por una chica con lentes, que le tocó la espalda y fue a otra sala. ― Disculpa, es mi asistente. ― Dijo el chico. ― Ahora vuelvo.
Rebeca asintió, y se quedó allí parada. Pero pronto, la conciencia comenzó a molestarle y probablemente su padre estaría preocupado.
― David Copper. ― Leyó en voz alta el nombre del fotógrafo y salió hacia la lluvia de Nueva York, por última vez, a casa.